Aproximación a la economía romana

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Portada de The Cambridge Companion to the Roman Economy

Tal vez el título de la entrada debería ser más bien Introducción a la aproximación a la economía romana, pues tan solo se trata de unas breves anotaciones —sin cerrar la puerta a nuevas entradas sobre el asunto— sobre los aspectos definitorios y teóricos más relevantes de la misma. La idea proviene de mi reciente lectura de The Cambridge Companion to the Roman Economyque es una introducción a la economía romana —primeros capítulos aquí— que he realizado para preparar próximamente una reseña de un trabajo de uno de sus investigadores que apunta la existencia de una economía de mercado en el Imperio Romano. 

En primer lugar, debemos entender la economía romana desde el largo y complejo desarrollo llevado a cabo por una Ciudad-Estado bajo su sistema de alianzas latino-lacial de comienzos de la Edad del Hierro, pasando por el itálico hasta convertirse en el europeo-ecuménico de la primera mitad del primer milenio de nuestra era, siempre bajo un sistema de economía agraria —esto es, preindustrial. Los estudios se realizan a través de una triple vía: las pruebas textuales —escasas y con importantes limitaciones— y arqueológicas, la teoría económica —no siempre aplicable a tiempos pasados— y mediante métodos comparativos.

El resultante no en pocas ocasiones son meras especulaciones dada la escasez de datos empíricos. Además, las evidencias pueden conducir fácilmente a contradicciones, por ejemplo, si bien la prosperidad económica puede conllevar una mejora en la alimentación de las personas y ello acarrearles buena salud, por otro lado, la expansión de la urbanización puede a su vez conducir a la transmisión de enfermedades contagiosas, produciendo el efecto contrario. Por lo tanto, simples evidencias de mejora en infraestructuras o niveles económicos no quieren decir que las condiciones de vida fuesen en general y necesariamente mejores. Con todo, hemos de ser prudentes respecto a conclusiones precipitadas.

Por otro lado, no debemos caer en el error de aproximarnos a la economía romana con los mismos principios con que se analizan los tiempos contemporáneos. Y es que los antiguos no miraban la economía de manera sistemática ni como una actividad diferente de la política o de la jurisprudencia. Ésta, sin embargo, llena el vacío dejado por la ausencia de una teoría económica romana aunando en su seno aspectos tan importantes como el régimen de posesión de tierras y el ejército. En otro asunto, la tradición historiográfica siempre ha afirmado el decisivo peso de la esclavitud en el sistema económico romano —como sociedad esclavista que era— y su culpabilidad sobre el estancamiento tecnológico, no obstante es algo que hoy ya se está tratando de refutar.

Algunos autores —como Peter Temin—, transgrediendo la primera frase del párrafo anterior, hablan del Imperio Romano con el manido término de economía de mercado atribuyendo a la economía de fuera del hogar —que precisamente está en el origen de la oiko-nomía o ciencia de la organización de los asuntos domésticos—, la del mercado, un protagonismo predominante. Esta postura asume, así, la existencia de unos movimientos de oferta, demanda y precios susceptibles de medición y análisis con las herramientas que poseemos hoy y que nos deben permitir llegar a discernir la ventaja comparativa que permitía el transcurso de los intercambios. 

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